«Hemos detectado una relación directa entre la ocupación de la persona y el origen del dolor en el pulgar», explica la profesora del departamento de Fisioterapia de la UMA Raquel Cantero, quien añade que, por tanto, las actividades que cada uno realiza de forma diaria están generando cambios en la posición física de este dedo, que podrían influir en su propia evolución futura.
«Las enfermedades están cambiando. En las consultas cada vez más nos encontramos con pulgares atrofiados, incluso ya se habla de la tendinitis del i-Phone», afirma la investigadora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UMA.
En este sentido, la experta señala que ya, desde pequeños, no se utiliza tanto la pinza de la mano, al igual que, en los propios colegios, con las pantallas táctiles, se escribe menos y, por tanto, se usa también en menor medida el pulgar.
Estos cambios en el uso del pulgar, ha llevado a la profesora de la UMA a pronosticar alteraciones en la propia evolución de la mano. Las primeras hipótesis de esta nueva línea de investigación se han publicado en la revista científica Reumatismo.
«Si al igual que ocurrió en el cerebro del primate cuando al bajar de los árboles su estructura cerebral fue cambiando conforme la mano empezaba a utilizarse para realizar otras funciones diferentes, nos preguntamos si el paso del tiempo no dejará esa huella en la actualidad con el cambio de uso del pulgar, el dedo clave en la presión y funcionalidad de la mano en los seres humanos», plantea Cantero.
Fuente: ABC Salud
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